Cada vez se encuentra más cerca uno de los cambios que escribirán la siguiente parte de la historia del país: transiciones de poder, choques culturales e ideológicos, acciones inquietantes con impacto político y empresarial y otras maravillas emergentes.

Hace unos meses, uno de estos cambios que supuestamente definirán el rumbo económico de México, salió a la luz y tomó lugar en la Cámara de Diputados y Senadores. Este fue enviado al Congreso de la Unión y ahora se encuentra en proceso de aprobación. Así es, ya tenemos el primer acercamiento al Paquete Económico 2019.

Dentro de sus distintas iniciativas y generalidades, de adiciones, derogaciones y reformas a distintas leyes y códigos, el ajuste en políticas de gasto y tributarias, estímulos, hasta una “nueva” planeación para combatir la corrupción fiscal y financiera, sigue existiendo un nivel de riesgo en cuanto al rezago que pueda ocasionar la naturaleza en su implementación y las decisiones en su gestión.

A pesar de los tintes de innovación y vanguardia que presume llevar consigo en los escritos el Proyecto de la Nación, la historia y la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) coinciden en algo: no siempre termina bien para México. Con independencia del apoyo y participación de esta organización al gobierno mexicano para el diseño y ejecución de algunas reformas estructurales, considera que la intención es buena con este nuevo plan, sin embargo, existe la posibilidad de no cumplir las expectativas de muchos debido a la escasa capacidad del sector público, pobreza generalizada, desigualdad y corrupción por doquier.

A través de una publicación titulada “Getting it Right – Prioridades estratégicas para México”, la OCDE contribuye con análisis y recomendaciones desde una perspectiva global de políticas públicas sobre cómo impulsar el crecimiento sólido y sustentable. De esta manera, el gobierno podría asegurar la efectividad de sus planes al momento de entrar en acción.

Dentro de su estudio en políticas tributarias, admira la ambición con la que emprendimos distintas iniciativas como la Reforma Fiscal que entra en vigor en 2014 y la fuerza que ha adquirido la recaudación de impuestos  desde entonces, No obstante, sigue siendo insuficiente y para contrarrestar esto, pone sobre la mesa lo siguiente:

• Incrementar la recaudación fiscal para financiar la necesaria expansión del gasto e inversiones públicas.
• Aumentar los ingresos correspondientes a impuestos sobre propiedad inmobiliaria e impuestos verdes, e implementar un impuesto sobre la herencia.
• Reducir las exenciones de IVA y compensar con más subsidios a aquellos en situación de pobreza.
• Incrementar los esfuerzos para reducir la evasión fiscal.
• Considerar la reducción gradual de las tasas de impuestos de personas morales y aumentar los impuestos prediales y ambientales.
• Fortalecer la función del impuesto sobre la renta mediante la limitación de exenciones.
• Informar acerca de los subsidios laborales para trabajadores del sector formal.

Por un lado tenemos el estudio de una organización internacional sobre nuestra situación de ayer, hoy y mañana, por otro la manera de trabajar estos temas desde diferentes ópticas en la política. Si tenemos la mejor evidencia sobre el resultado de nuestras decisiones al momento implementar un plan o reforma, de las brechas sustanciales que origina, la lenta movilización y el esfuerzo desperdiciado, si tenemos como referencia el marco proporcionado por alguien que sí busca que dejemos de estancarnos, ¿por qué persistimos en hacer lo mismo, en ignorarlo, en evitar la conciencia sobre nuestro entorno, en enamorarse del hoyo, en fraternizar con el fracaso?

Jorge Covarrubias Senés